La cruz de Cristo desde mi infancia significó un buen elemento para no perder mi fe, para recordar que hay un Dios en el cielo por encima de todo y que sin Él no llegaré a salvo a ningún lado. Pasaron muchos años para realmente comprender su importancia como símbolo de todo lo valioso que soy para el cielo. Pensaba que la cruz era algo importante, pero hasta ese momento no era lo más importante.
Cuando la Biblia nos dice que el pecado es infringir la Ley: 1 Juan 3:4 “Todo el que comete pecado, quebranta la Ley, pues el pecado es la transgresión de la Ley”, y que si yo peco entonces debo morir: Romanos 6:23 “Porque la paga del pecado es la muerte, pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, entonces empiezo a comprender que se ha hecho un provisión maravillosa para que yo no muera. ¡Nada de simbolismos, el asunto es literal, se debe morir al quebrantar la Ley!
Cristo murió por mí en la cruz
Siempre me habían dicho que Jesús murió por mis pecados, pero nadie se había detenido a explicarme el porqué. Desde que el pecado entró al mundo por medio de Adán, la raza humana quedó expuesta a la muerte: 1 Corintios 15:21-22 “Porque así como la muerte vino por un hombre, también por un Hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vueltos a la vida”.
Desde ese momento se hizo provisión para que existiera un sustituto por el pecador. ¿Acaso alguien se había detenido a explicarnos por qué fue necesario tanto sacrificio de corderos en el Antiguo Testamento para perdonar al pecador? El cordero representaba al que habría de venir y que pagaría por la deuda de Adán y Eva y sus posteriores generaciones. En el evangelio de Juan 1:29 se registra una declaración muy importante que hizo Juan el bautista al ver a Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Declaración poderosa que muestra que todos esos corderos sacrificados a lo largo de 4.000 años estaban simbolizando al que estaba ante sus ojos.
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Una deuda pendiente
Al morir Cristo en la cruz pagó por la deuda pendiente por saldar en la cual el pecador debía morir. Ahora con la muerte de Jesús en la cruz quedaba consolidada la promesa de una vida eterna para los que esperaron en Él y de paso quedaría la provisión para los que vendrían después. Así, ya no necesitamos sacrificar corderos porque Cristo, el verdadero cordero, ya murió y dejó hecha la provisión por la eternidad.
No podemos llegar a la santidad solos. Si esto fuera posible la muerte de Cristo en la cruz hubiera sido innecesaria. Entiendo esto y la cruz pasa a ser el centro de mi vida. A la vez empiezo a comprender que la cruz es el centro de la Biblia. Sin la cruz nada tendría sentido para la humanidad que lucha día a día, que pasa por aflicciones, que necesita aferrarse de una gran promesa de salvación y vida eterna.
Necesidad de apreciar la cruz
Como yo lo estuve en el pasado, hoy muchos continúan en la oscuridad respecto a este tema. Incluso para muchos la cruz es un símbolo de rebelión a la autoridad de Dios, representa el elemento a atacar para mostrar su desagrado respecto a la dependencia de su creador. Otros la toman como si se tratara de solo un elemento de adorno o un elemento distintivo de un grupo de fanáticos religiosos. Para otros es una excusa para exteriorizar sus emociones o sus intenciones artísticas sin tomar en cuenta que existe un límite para no desbordar en excesos.
Es muy fácil transgredir el límite que marca lo profano con lo sagrado. ¿Quién si no Jesús debe ser el único centro de atención de una cruz con alguien colgado allí? La cruz y en ella Cristo crucificado es la muestra de cuán grande es el pecado porque por causa del mismo, el Padre tuvo que entregar a su Hijo para que muriera en una forma baja y vil que solo merecen los peores criminales.