Promesas de Dios para vivir con valor:
Salmos 50:15 E invócame en el día de la angustia: Te libraré, y tú me honrarás.
Isaías 41:10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
2 Crónicas 20:15 Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta tan grande multitud; porque la batalla no es vuestra, sino de Dios.
La respuesta no siempre es inmediata
Dios tiene un cielo lleno de bendiciones para los que cooperen con él. Todos los que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento de sus promesas. Pero debemos mostrar una confianza firme y sin rodeos en Dios.
A menudo él tarda en contestarnos para probar nuestra fe o la sinceridad de nuestro deseo. Al pedir de acuerdo con su Palabra, debemos creer su promesa y presentar nuestras peticiones con una determinación que no se denegará.
El hecho de que Cristo se haya demorado dos días después de oír que Lázaro estaba enfermo, no era un descuido o negación de su parte. Era su propósito permanecer donde estaba hasta que la muerte de Lázaro ocurriera, para así poder dar al pueblo una evidencia de su divinidad, no en solo restaurar a un hombre moribundo, sino en resucitar a la vida a un hombre que había sido ya sepultado.
Esto debiera darnos ánimo
A veces somos tentados a pensar que la promesa: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”, no se ha cumplido a menos que la respuesta llegue inmediatamente al hacerse la petición. Es nuestro privilegio pedir bendiciones especiales, y creer que se nos concederán. Pero si la bendición que hemos pedido no se nos concede de inmediato, no debemos creer que nuestras oraciones no fueron oídas. Recibiremos, aun si la respuesta es demorada por un tiempo. Por eso, debiéramos descansar en el Señor y esperar pacientemente en Él.
Puede ser que la respuesta a nuestras oraciones no venga tan rápidamente como lo deseamos, y que no sea exactamente lo que habíamos pedido; pero el que sabe lo que es para el máximo bien de sus hijos, derramará una mayor bendición que la que hemos pedido, si no somos infieles ni nos desanimamos.
Promesas de Dios para vivir con valor
Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras oraciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la contestación tarda, o cuando llega en forma que no esperábamos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras oraciones en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. Él quiere hacer en nuestro favor algo más y mejor que el cumplimiento de todos nuestros deseos. Y por el hecho de que podemos confiar en su sabiduría y amor, no debemos pedirle que ceda a nuestra voluntad, sino procurar comprender su propósito y realizarlo.
Los sucesos que prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues denotan si nuestra fe es verdadera y sincera, y si descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiente de las circunstancias, es incierta y variable. La fe se fortalece por el ejercicio. Debemos dejar que la paciencia perfeccione su obra, recordando que hay preciosas promesas en las Escrituras para los que esperan en el Señor.
Nuestros deseos e intereses deben perderse en su voluntad
Nuestra fe no debe desconfiar de las promesas de Dios, si es que no vemos o sentimos la inmediata respuesta a estas oraciones. No temamos confiar en Dios. Confiemos en su segura promesa: “Pedid, y recibiréis”. Dios es demasiado sabio para errar, y demasiado bueno para privar de cualquier cosa buena a sus santos que andan íntegramente.
El hombre está sujeto a errar, y aunque sus peticiones asciendan de un corazón sincero, no siempre pide las cosas que sean buenas para sí mismo, o que hayan de glorificar a Dios. Cuando tal cosa sucede, nuestro sabio y bondadoso Padre oye nuestras oraciones, y nos contestará, a veces inmediatamente; pero nos da las cosas que son mejores para nosotros y para su propia gloria.
Cuando Dios nos da bendiciones, si pudiésemos mirar su plan, veríamos claramente que Él sabe lo que es mejor para nosotros, y que nuestras oraciones obtienen respuesta. Nunca nos da nada perjudicial, sino la bendición que necesitamos, en lugar de algo que pedimos y que no sería bueno para nosotros, sino que nos perjudicaría.
Recordemos siempre las promesas de Dios para vivir con valor.