Sabiendo que Cristo viene pronto, podemos citar un texto de Mark Finley que resumido dice así: “Una de las principales razones por las que no tenemos que vivir con miedo, consumidos por la preocupación y la ansiedad, es porque sabemos cómo termina la historia. Sabemos que la enfermedad no tendrá la última palabra: Cristo sí… Vemos el potencial del desastre nuclear y el cambio climático. Hay pestes que quitan la vida a miles de personas.
Vemos estas cosas, pero tenemos una esperanza que nos permite continuar en los momentos más difíciles de la vida. Hay una sensación de confianza que nos lleva a través de estas dificultades, porque hemos leído los últimos capítulos de la Biblia. Sabemos cómo termina la historia. En Apocalipsis 21 versículos 4 y 5, Juan escribe, “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”.
Cristo viene de nuevo y viene pronto
Si alguna vez perdemos nuestra visión de la venida de Cristo, perderemos nuestra esperanza. Con el Apóstol Pablo nosotros estamos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, (Tito 2:13).
Vemos las señales de la venida de nuestro Señor en los desastres naturales cada vez más grandes y frecuentes, en la agitación política, en la incertidumbre económica y las pestilencias furiosas. Aunque Dios no causa estos desastres, Él tiene un propósito al permitir que ocurran. Él nos está llamando a depender completamente de Él. Nos está llamando a que estemos de rodillas. Nos está llamando a una vida de oración más profunda y a una experiencia más rica en el estudio de la Biblia a la vez que nos revela que no hay certeza en el mundo en que vivimos. Cristo es nuestra seguridad. Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro Libertador, nuestro Rey que viene pronto.
¡En eso tenemos que pensar!
Uno de los versículos más emocionantes que tenemos en la Biblia está en 1 Corintios 2:9 “Sin embargo, como está escrito: Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman”.
Cada uno piense en una escena que haya llenado sus ojos, un viaje, un cielo estrellado, algo de la naturaleza, no sé. Por más que este evento haya impresionado nuestra mente sabemos que vendrán cielos nuevos y una nueva tierra. Nuestro Padre quiere que tengamos el cielo en mente a fin de que la eternidad no sea eliminada de nuestros cálculos. ¡En eso tenemos que pensar!
Si mantenemos en la mente las realidades eternas, formaremos el hábito de cultivar pensamientos de la presencia de Dios. Esto será un escudo contra las incursiones de tristeza, desánimo. Proporcionará fuerza y seguridad, y elevará el alma por encima del temor. Si respiramos la atmósfera del cielo, dejaremos de respirar el aire viciado del mundo.
Existe una ley de la mente que dice: “La repetición constante de un mismo mensaje lleva, inevitablemente, a la acción”. Por eso cuando se usa para el mal, se impregnan con mensajes negativos y oscuros como la sensualidad, el asesinato, el robo y el adulterio, a la música, la literatura, la publicidad, el cine, la televisión y todo lo que llegue a nuestros sentidos. Pero si lo vivimos para Dios, esto funciona de la misma manera. Por eso el cantar, orar, leer, y hablar de Dios, hecho esto como un hábito, inevitablemente nos lleva a la acción para bien.
¿Qué nos debe motivar a dedicar el amante servicio de nuestro corazón a nuestro Salvador?
El disfrute del cielo, la compañía y el amor de Dios y Jesús, el crecimiento de todas nuestras facultades por las edades eternas debería serlo. Nuestro derecho al cielo como nuestra preparación para él, se hallan en justicia de Cristo. “A fin de que pudiésemos llegar a ser miembros de la familia celestial, [Cristo] se hizo miembro de la familia terrenal”. Cristo, sólo Cristo y su justicia, obtendrán para nosotros un pasaporte para el cielo.
¿Cuál será nuestra herencia cuando Cristo venga?
¡No debemos espiritualizarla, es real y material! Cristo aseguró a sus discípulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa de su Padre. En la tierra renovada, participaremos de las ocupaciones y los placeres que daban felicidad a Adán y Eva en el principio. Y como se nos ha dicho, el lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Sólo la conocerán quienes la contemplen. No podemos comprender la gloria del paraíso de Dios, pero eso no significa que no debamos soñarla.
Veremos el árbol de la vida y el trono de Dios, del que fluye un río de agua pura, veremos campos llenos de toda clase de flores que nunca se marchitan, campos de hierba verde que reflejan brillo de plata y oro y lugares donde duermen el león y el cordero uno al lado del otro. Tendremos la lozanía y el vigor de la eterna juventud, creceremos hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva.
Nadie se cansará haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Tendremos el gozo de ver a nuestras familias en el cielo y escucharemos a Jesús decir: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
Debemos soñar con todo esto, pensar en las bendiciones de una vida futura y entender que todo esto pasará, pero la victoria será de Dios. La invitación hoy es a pensar en que Cristo viene y a meditar que nos aguarda un mejor mundo futuro, no terrenal sino celestial.