Versículos que nos hablan sobre el retorno de Jesús:
Hechos 1:9 -11 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube lo recibió y lo encubrió de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, he aquí dos varones en vestiduras blancas se pusieron junto a ellos; los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
1 Tesalonicenses 4:15-17 Por lo cual, os decimos esto por palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Apocalipsis 1:7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron, y todos los linajes de la tierra harán lamentación a causa de Él. Así sea. Amén.
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El retorno de Jesús
Cristo había ascendido al cielo en forma humana. Los discípulos habían contemplado la nube que le recibió. El mismo Jesús que había andado, hablado y orado con ellos; que había quebrado el pan con ellos; que había estado con ellos en sus barcos sobre el lago; y que ese mismo día había subido con ellos hasta la cumbre del monte de las Olivas, el mismo Jesús había ido a participar del trono de su Padre.
Los ángeles les habían asegurado que este mismo Jesús a quien habían visto subir al cielo, vendría otra vez como había ascendido. Vendrá “con las nubes, y todo ojo le verá.” “El mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán”. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria”. Así se cumplirá la promesa que el Señor hizo a sus discípulos: “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Bien podían los discípulos regocijarse en la esperanza del regreso de su Señor.
Cuando los discípulos volvieron a Jerusalén, la gente los miraba con asombro. Después del enjuiciamiento y la crucifixión de Cristo, se había pensado que se mostrarían abatidos y avergonzados. Sus enemigos esperaban ver en su rostro una expresión de pesar y derrota. En vez de eso, había solamente alegría y triunfo. Sus rostros brillaban con una felicidad que no era terrenal. No lloraban por sus esperanzas frustradas; sino que estaban llenos de alabanza y agradecimiento a Dios. Con regocijo, contaban la maravillosa historia de la resurrección de Cristo y su ascensión al cielo, y muchos recibían su testimonio.
Los discípulos ya no desconfiaban de lo futuro. Sabían que Jesús estaba en el cielo, y que sus simpatías seguían acompañándolos. Sabían que tenían un amigo cerca del trono de Dios, y anhelaban presentar sus peticiones al Padre en el nombre de Jesús. Con solemne reverencia, se postraban en oración, repitiendo la garantía: “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre: pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Extendían siempre más alto la mano de la fe, con el poderoso argumento: “Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Y el día de Pentecostés les trajo la plenitud del gozo con la presencia del Consolador, así como Cristo lo había prometido.
Todos debemos esperar el retorno de Jesús.