A la luz de Mateo 24 y las señales del fin de los tiempos, los recientes acontecimientos de gran impacto a nivel mundial no deberían sorprendernos porque ya habían sido predichos por Jesús en el Monte de las Olivas pocos días antes de su muerte y resurrección: “Y oiréis guerras, y rumores de guerras; mirad que no os turbéis; porque es necesario que todo esto acontezca; mas aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestilencias, y hambres, y terremotos por los lugares”.
Las últimas devastaciones percibidas a gran escala en el mundo a nivel social, ambiental, económico, político, nos hacen ver que la segunda venida de Jesús no está lejos y que no debemos ignorar las señales de este sublime momento. Si bien hay muchos que insisten en que las guerras, las pestes, las inundaciones, los terremotos, etc., siempre han existido, buscando desprestigiar las señales y la religión, no es motivo para hacer silencio y dejar de hablar sobre lo inminente, el fin que se aproxima de todas las cosas.
Mateo 24 y las señales del fin
Terremotos a gran escala, tsunamis, calentamiento global, inundaciones nunca vistas, huracanes, depresiones económicas, escasez de recursos, virus nuevos, guerras, revoluciones, homosexualismo generalizado, aborto aceptado, etc., nos dicen que las cosas no van bien y que alguna manera estamos siendo prevenidos para lo que viene.
Para revisar el panorama completo de Mateo 24, necesariamente debemos comparar con Marcos 13 y Lucas 21 donde se dan detalles adicionales sobre lo descrito por Jesús. Por ejemplo, Mateo 24:7 habla de terremotos. Marcos 13:8 habla de terremotos en muchos lugares y Lucas 21:11 habla de grandes terremotos. Así la unión de los tres textos nos da a entender que habrá terremotos grandes en muchos lugares. Sin embargo, muchos insisten que esto no es lago relevante porque “los terremotos siempre suceden”.
Dos preguntas
Cuando leemos Mateo 24 encontramos dos descripciones relacionadas con dos preguntas: Mateo 24:3 “Y sentándose él en el Monte de las Olivas, se llegaron a él los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”
Mateo 24 tiene un doble cumplimiento. Ya se cumplió una parte y está por ocurrir una segunda vez. Jesús responde las dos preguntas sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el fin del mundo, pasando rápidamente del acontecimiento menor al mayor. “Habrá entonces grande aflicción –dijo,– cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”.
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La advertencia de Jesús
Mateo 7:21 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Hay una historia bíblica consignada en Génesis 27 donde se la relata la experiencia de Esaú y Jacob, donde está en juego la primogenitura. Esaú despreció su derecho a ser el líder y sacerdote de su familia entregándole la primogenitura a su hermano menor. Al deshacerse de ella, tuvo un sentimiento de alivio. Ahora su camino estaba libre; podría hacer lo que se le antojara. ¡Cuántos aun hoy día, por este insensato placer, mal llamado libertad, venden su derecho a una herencia pura, inmaculada y eterna en el cielo!
El mal ejemplo de Esaú
En el mundo y en la iglesia de hoy existen muchos Esaú, que desprecian la vida espiritual cambiándola por los deleites del presente. Quizás poseemos el carácter de Esaú que tenía en poco aprecio por Dios y quería esperar hasta el final para cambiar, corregir y decidirse.
Cuando Esaú observó el error de su transgresión luego que la bendición se otorgara a su hermano exclamó “¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró” (Génesis 27:38). Esaú había menospreciado la bendición mientras parecía estar a su alcance, pero ahora que se le había escapado para siempre, deseó poseerla. Esaú representa a aquellos que menosprecian la redención comprada para ellos por Cristo, y que están dispuestos a sacrificar su herencia celestial a cambio de las cosas perecederas de la tierra.
Multitudes viven para el momento presente, sin preocuparse del futuro como está descrito en Mateo 24 y las señales del fin de los tiempos. Como Esaú exclaman: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos. (1 Corintios 15: 32). Son dominados por sus inclinaciones; y en vez de practicar la abnegación, pasan por alto las consideraciones de más valor. Si se trata de renunciar a una de las dos cosas, la satisfacción de un apetito depravado o las bendiciones celestiales prometidas solamente a los que practican la abnegación de sí mismos y temen a Dios, prevalecen las exigencias del apetito, y Dios y el cielo son tenidos en poco.
La venta de la entrada al cielo
Millares de personas están vendiendo su entrada al cielo para satisfacer deseos sensuales. Sacrifican la salud, debilitan las facultades mentales, y pierden el cielo; y todo esto por un placer meramente temporal, por un goce que debilita y degrada. Así como Esaú despertó para ver la locura de su cambio precipitado cuando era tarde para recobrar lo perdido, así les ocurrirá en el día de Dios a los que han trocado su herencia celestial por la satisfacción de goces egoístas.
“Y Esaú lloró”. Mateo 24 y las señales del fin de los tiempos nos dicen que no tenemos espacio para demorar nuestra preparación. ¿Qué necesitas para tomar una decisión por el Señor? ¿Un terremoto? ¿Un tsunami? ¿Un huracán?