Versículos sobre el perdón en las escrituras:
Proverbios 24:17-18 Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes; y cuando tropezare, no se alegre tu corazón; no sea que Jehová lo mire, y le desagrade, y aparte de sobre él su enojo.
Lucas 6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados: No condenéis, y no seréis condenados: Perdonad, y seréis perdonados.
Lucas 17:3-4 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
Las condiciones indicadas para obtener la misericordia de Dios son sencillas, justas y razonables. El Señor no nos exige que hagamos alguna cosa penosa para obtener el perdón de nuestros pecados. No necesitamos hacer largas y cansadoras peregrinaciones, ni ejecutar duras penitencias, para encomendar nuestras almas al Dios de los cielos o para expiar nuestras transgresiones, sino que todo aquel que confiese su pecado y se aparte de él alcanzará misericordia.
Confesad pues vuestros pecados
El apóstol dice: “Confesad pues vuestros pecados los unos a los otros, y orad los unos por los otros, para que seáis sanados”. Confesad vuestros pecados a Dios, el único que puede perdonarlos, y vuestras faltas unos a otros. Si has dado motivo de ofensa a tu amigo o vecino, debes reconocer tu falta, y es su deber perdonar con buena voluntad. Debes entonces buscar el perdón de Dios, porque el hermano a quien ofendiste pertenece a Dios, y al perjudicarle pecaste contra su Creador y Redentor. El caso es presentado al único y verdadero Mediador, nuestro gran Sumo Sacerdote, que “ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, más sin pecado”, quien puede “compadecerse de nuestras flaquezas” y limpiarnos de toda mancha de pecado.
Los que no han humillado su alma delante de Dios reconociendo su culpa, no han cumplido todavía la primera condición de la aceptación. Si no hemos experimentado ese arrepentimiento y no hemos confesado nuestros pecados con verdadera humillación del alma y quebrantamiento del espíritu, aborreciendo nuestra iniquidad, no hemos buscado verdaderamente el perdón de nuestros pecados; y si nunca lo hemos buscado, no hemos encontrado la paz de Dios. La única razón por la cual no obtenemos la remisión de nuestros pecados pasados es que no estamos dispuestos a humillar nuestro corazón ni a cumplir las condiciones que impone la Palabra de verdad.
La confesión de nuestros pecados ya sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe arrancarse al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado o exigirse de aquellos que no tienen una comprensión real del carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita.
Existen muchos versículos sobre el perdón pero estos tres nos dan una sencilla introducción para apoyarnos en las Escrituras y conocer cómo debemos pedir y dar perdón.