Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron”—Apocalipsis 21:1.
La tierra nueva es la herencia de los hijos de Dios y debemos creer en esta verdad como nuestro futuro hogar. Cristo aseguró a sus discípulos que había ido a preparar moradas para ellos. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no serán totalmente ignorantes acerca de las mansiones celestiales.
Pablo declaró: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”—1 Corintios 2:9. El lenguaje humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Ninguna mente finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
Salmos 37:29 “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”. En la Biblia a la herencia de los salvados se la llama patria—Hebreos 11:14-16. Allí Jesús conducirá a su rebaño a fuentes de aguas vivas. Tendremos disponible el árbol de vida que da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Habrá ríos de aguas corrientes, claras como el cristal, y en sus márgenes los árboles que siempre se mecen proyectarán su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor.
La nueva Jerusalén
Allí veremos cómo las amplias planicies desembocan en colinas hermosas y las montañas de Dios muestran sus elevados picos. En esas pacíficas planicies, junto a las corrientes vivas, el pueblo de Dios, por tanto tiempo peregrino y errante, encontrará un hogar. El reino perdido por el pecado fue recuperado por Cristo, y los redimidos lo poseerán juntamente con él. Miqueas 4:8 “Oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero”.
Allí está la nueva Jerusalén, que tiene “la gloria de Dios”, y su fulgor “semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”—Apocalipsis 21:11. Dijo el Señor: “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo”—Isaías 65:19. “El tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”— Apocalipsis 21:3, 4.
Todo rasgo de maldición desaparece. Ningún infierno eterno muestra a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las marcas de su crucifixión. En su frente herida, sus manos y sus pies, se encuentran los únicos vestigios de la cruel obra que el pecado realizó.
En la ciudad de Dios ya no habrá noche
En la tierra nueva nadie necesitará descansar ni deseará hacerlo. Nadie se cansará de hacer la voluntad de Dios ni de ofrecer alabanzas a su nombre. Siempre sentiremos la frescura de la mañana, y siempre estaremos lejos de su terminación. “Y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará”—Apocalipsis 22:5. La gloria de Dios y del Cordero inundará la Santa Ciudad con luz inextinguida. Los redimidos caminarán a la luz de un día perpetuo en el cual no habrá sol.
“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”—Apocalipsis 21:22. El pueblo de Dios tendrá el privilegio de mantener estrecha comunión con el Padre y el Hijo. “Ahora vemos por espejo, oscuramente”—1 Corintios 13:12. Contemplamos la imagen de Dios reflejada, como en un espejo, en las obras de la naturaleza y en su trato con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara, sin un velo oscurecedor de por medio. Estaremos ante su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.
Allí las mentes inmortales estudiarán con deleite inextinguible las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. No habrá ningún adversario cruel y engañador para tentarnos a olvidarnos de Dios. Toda facultad se desarrollará, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la mente ni desgastará las energías.
Se llevarán a cabo las más grandes empresas
Se alcanzarán las más elevadas aspiraciones, se realizarán las más elevadas ambiciones y aún surgirán nuevas alturas que alcanzar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos propósitos para ocupar las facultades de la mente, el alma y el cuerpo.
Y al transcurrir los años de la eternidad, ofrecerán más ricas y gloriosas revelaciones de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la felicidad aumentarán. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, más admirarán su carácter.
Al revelarles Jesús las riquezas de la redención y las sorprendentes realizaciones logradas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos latirán con más ferviente devoción, y tañerán las arpas de oro con mano segura. Y entonces diez mil, y miles de miles de voces se unirán para incrementar el poderoso coro de alabanza.
“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y en todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”—Apocalipsis 5:13.