Es un asunto serio la blasfemia contra el Espíritu Santo. Él se entristece cuando el ser humano actúa en forma independiente y cuando rehúsa entrar en el servicio del Señor porque considera que la cruz es muy pesada, o el renunciamiento demasiado grande. El Espíritu busca habitar en cada creyente y si es bienvenido como huésped de honor, los que lo reciben llegarán a ser perfectos en Cristo.
El Espíritu Santo es el maestro divino. Si deseamos aprender sus lecciones, llegaremos a ser sabios en la salvación. Sin embargo, necesitamos guardar bien nuestros corazones, puesto que con frecuencia olvidamos las instrucciones divinas que nos instan a no proceder de acuerdo con las inclinaciones naturales de una mente no consagrada. Cada uno necesita pelear su propia batalla contra el egoísmo: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”—Efesios 4:30.
El rechazo a las enseñanzas del Espíritu Santo
Cuando el Espíritu de Dios es agraviado, se desprecia toda súplica y cada llamamiento no tiene significado. Los amonestados cambian el sentido a cada palabra, se ríen y ponen en ridículo las advertencias más solemnes de las Escrituras. Resulta en vano toda invitación que se les haga. No desean escuchar reproches ni consejos. Desobedecen los mandamientos de Dios que una vez exaltaron. Siguen el consejo de su propio corazón hasta que la verdad ya no tiene ningún sentido para ellos. Aquí se produce la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Es esencial vivir en armonía con cada palabra de Dios. De no ser así, la vieja naturaleza se irá reafirmando constantemente. Es el Espíritu Santo, verdadera gracia redentora, el que unifica a los seguidores de Cristo y los hace uno con Dios. Es el único que puede desalojar la enemistad, la envidia y la incredulidad. Santifica los afectos, restaura la disposición de espíritu y rescata del poder de Satanás a los deseos más íntimos. Esta es la virtud de la gracia. Es un poder divino. Gracias a su influencia se produce un cambio en los hábitos, las costumbres y las prácticas que sin son acariciadas, separan al hombre de Dios.
¿En qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo?
Primero, en entender lo que el evangelio enseña, en conocer lo que representa el camino verdadero, pero a la vez rechazar el llamado a andar por este sendero. Esto proviene de una decisión personal, clara y consciente que rechaza el llamado de Dios. Esto como pecado se vuelve en “imperdonable” porque el Señor no obliga a nadie a recibir su perdón.
Segundo, en atribuir voluntariamente a Satanás la obra del Espíritu Santo. Supongamos, por ejemplo, que uno presencia la obra especial del Espíritu de Dios. Tiene evidencia convincente de que la obra está en armonía con las Escrituras, pero más tarde, cae bajo la tentación—lo domina el orgullo, la suficiente propia, o alguna otra característica mala—y, rechazando toda la evidencia de su carácter divino, declara que lo que antes conoció como ser del Espíritu Santo era poder de Satanás.
Por medio de su Espíritu es como Dios obra en el corazón humano; y cuando los hombres rechazan voluntariamente al Espíritu y declaran que es de Satanás, cortan el conducto por medio del cual Dios puede comunicarse con ellos. Al negar la evidencia que a Dios le agradó darles, apagan la luz que había resplandecido en sus corazones, y como resultado son dejados en tinieblas. Así se cumplen las palabras de Cristo: “Mira pues, si la lumbre que en ti hay, es tinieblas”. Lucas 11:35.
Dios reclama un trono en cada corazón.
Mente y cuerpo tienen que estar subordinados al Señor. Los hábitos naturales y apetitos deben quedar subyugados por los deseos más elevados del ser. Sin embargo, no podemos depender de nosotros mismos para realizar esta obra. Es imposible estar seguros si pretendemos ser nuestros propios guías. El Espíritu Santo debe renovarnos y santificarnos. En el servicio de Dios no puede haber obras a medias. Los que profesan servirle y son indulgentes con sus impulsos naturales, van a descarriar a otros creyentes. Cristo dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”—Mateo 22:37.
La voluntad rechaza al espíritu
A cualquiera que dijera alguna palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero—Mateo 12:32.
Precisamente antes de esto, Jesús había realizado por segunda vez el milagro de sanar a un hombre poseído, ciego y mudo, y los fariseos habían reiterado la acusación: “Por el príncipe de los demonios echa fuera demonios”. Mateo 12:24. Cristo les dijo claramente que, al atribuir la obra del Espíritu Santo a Satanás, se estaban separando de la fuente de bendición. Los que habían hablado contra Jesús, sin discernir su carácter divino, podrían ser perdonados; porque podían ser inducidos por el Espíritu Santo a ver su error y arrepentirse.
Cualquiera que sea el pecado, si el alma se arrepiente y cree, la culpa queda lavada en la sangre de Cristo; pero el que rechaza la obra del Espíritu Santo se coloca donde el arrepentimiento no puede alcanzarle.
Es por el Espíritu Santo como Dios obra en el corazón. Cuando los hombres rechazan voluntariamente al Espíritu y declaran que es de Satanás, cortan el conducto por el cual puede comunicarse con ellos. Cuando rechazan finalmente al Espíritu, no hay nada más que Dios pueda hacer por el alma.
No es Dios quien ciega los ojos y endurece los corazones de los hombres
Dios manda luz para corregir sus errores, y conducirlos por sendas seguras; es por el rechazo de esta luz como los ojos se ciegan y el corazón se endurece. Con frecuencia esto se realiza gradual y casi imperceptiblemente. Viene luz al alma por la Palabra de Dios, por sus siervos, o por la intervención directa de su Espíritu; pero cuando un rayo de luz es despreciado, se produce un embotamiento parcial de las percepciones espirituales, y se discierne menos claramente la segunda revelación de la luz.
Así aumentan las tinieblas hasta que anochece en el alma. Así había sucedido con estos dirigentes judíos. Estaban convencidos de que un poder divino acompañaba a Cristo, pero a fin de resistir a la verdad, atribuyeron la obra del Espíritu Santo al poder de Satanás. Al hacer esto, prefirieron deliberadamente el engaño; se entregaron a Satanás, y desde entonces fueron dominados por su poder.
El pecado contra El espíritu
Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada—Mateo 12:31.
Los que resisten al Espíritu de Dios piensan que algún día se van a arrepentir y dar el paso para una reforma; pero el arrepentimiento está más allá de su poder. Según la luz y los privilegios concedidos, así será la oscuridad en la que se sumirán los que rechacen andar en la luz mientras tienen luz. Nadie necesita considerar el pecado contra el Espíritu Santo como un asunto misterioso e indefinible. Es el continuo rechazo de las invitaciones de arrepentimiento. Si uno se niega a creer en Cristo como su salvador personal, tendrá oscuridad en lugar de luz, y gustará de la atmósfera que rodeó al primer gran apóstata.
Los que resisten al Espíritu de Dios, y provocan su alejamiento, ignoran cuán lejos puede llevarlos Satanás. Cuando el Espíritu Santo se distancia, imperceptiblemente el creyente comienza a hacer las cosas que, por efecto de la luz, una vez consideró pecaminosas. A menos que escuche las advertencias se verá envuelto en una decepción tal, como en el caso de Judas, que lo enceguecerá y hará de él un traidor. Seguirá paso a paso los pisadas de Satanás. ¿Quién podrá contrarrestar sus propósitos? ¿Podrá un ministro suplicar por él y defenderlo? Todas sus palabras son como fábulas sin sentido. Al elegir a Satanás como compañero interpreta erróneamente la palabra hablada, y, como resultado, su comprensión es mal orientada por efecto de una luz que no es la verdadera.
Excelente artículo, muy claro e inspirador, que la gracia de nuestro Dios nos ayude a nunca rechazar la dulce voz del Espíritu Santo.
Gracias por tu comentario Luis. Que nuestro Señor nos siga guiando con su Santo Espíritu en este peregrinar.
Excelente artículo, muy claro e inspirador, que la gracia de nuestro Dios nos ayude a nunca rechazar la dulce voz del Espíritu Santo.
Gracias por tu comentario Luis. Que nuestro Señor nos siga guiando con su Santo Espíritu en este peregrinar.