Jesús intercesor es nuestro Abogado ante Dios: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”—1 Juan 2:1. “Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante de Dios en favor nuestro”. “Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos”—Hebreos 9:24; 7:25.
El más profundo interés manifestado entre los hombres por los fallos de los tribunales terrenales sólo representa débilmente el interés manifestado en las cortes celestiales cuando los nombres inscritos en el libro de la vida desfilan ante el Juez de toda la Tierra. El Intercesor divino aboga para que a todos los que han vencido por medio de la fe en su sangre se les perdonen sus transgresiones, con el fin de que sean restituidos a su hogar edénico y coronados como coherederos del “señorío primero”. Miqueas 4:8.
Los libros de registro
El Señor declara a través del profeta Isaías: “Yo, yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de mí mismo, y no me acordaré más de tus pecados”—Isaías 43:25. Jesús dijo: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”. “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos”—Apocalipsis 3:5; Mateo 10:32, 33.
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A medida que los libros de registros se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y nombres rechazados. Cuando alguien tenga en los libros de registros pecados de los cuales no se arrepintió y no se perdonaron, su nombre será borrado del libro de la vida y el registro de sus buenas obras será borrado del libro de memoria de Dios.
El Señor declaró a Moisés: “Al que haya pecado contra mí, a éste borraré de mi libro”—Éxodo 32:33. Y el profeta Ezequiel dice: “Si el justo se apartare de su justicia, y cometiere maldad… ninguna de las justicias que hizo se le tendrán en cuenta”—Ezequiel 18:24.
La obra del juicio investigador
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y por medio de la fe reclamen la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados y ellos mismos se considerarán dignos de la vida eterna.
La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de juzgarse según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser investigadas.
Cuando el juicio investigador concluya, Cristo vendrá, junto con su recompensa, para dar a cada ser humano según sus obras.
Juzgados por registros infalibles
Los pecados de los cuales no haya habido arrepentimiento y que no hayan sido abandonados, no serán perdonados ni borrados de los libros de registros, sino que permanecerán como testimonio contra el pecador en el día de Dios. El pecador pudo haber cometido sus malas acciones a la luz del día o en la oscuridad de la noche; pero son conocidas y manifiestas para Aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Siempre hubo ángeles de Dios que fueron testigos de cada pecado y lo registraron en los libros infalibles. El pecado puede ser ocultado, negado, encubierto del padre, la madre, la esposa, los hijos y las amistades; nadie, fuera de los mismos culpables, tendrá quizá la más mínima sospecha del mal; pero aparece desnudo ante los seres celestiales. Las tinieblas de la noche más oscura, el secreto de todas las estratagemas engañosas, no son suficientes para velar un pensamiento del conocimiento del Eterno.
Dios lleva un registro exacto de todo acto injusto y hecho ilícito. No se deja engañar por una apariencia de piedad. No se equivoca en su apreciación del carácter. Los hombres pueden ser engañados por seres corruptos de corazón, pero Dios penetra todos los disfraces y lee la vida interior. ¡Qué pensamiento tan solemne! Día tras día que pasa a la eternidad lleva consigo su caudal de anotaciones para los libros del cielo.
Jesús intercesor examinará el uso de cada talento
Así como los rasgos de la fisonomía son reproducidos con minuciosa exactitud sobre la pulida lámina del artista, así también el carácter está delineado fielmente en los libros del cielo. No obstante ¡cuán poca preocupación se siente respecto a ese registro que debe ser examinado por los seres celestiales! Si se pudiera descorrer el velo que separa el mundo visible del invisible, y los hijos de los hombres pudiesen ver a un ángel apuntar cada palabra y cada acto que volverán a encontrar en el día del juicio, ¡cuántas palabras se pronuncian cada día se dejarían de pronunciar, cuántos actos se dejarían de realizar!
¿Cómo hemos empleado el capital que el cielo nos concediera? A su venida ¿recibirá el Señor lo suyo con intereses? ¿Hemos perfeccionado las facultades que fueran confiadas a nuestras manos, nuestro corazón y nuestro cerebro para la gloria de Dios y la bendición del mundo? ¿Cómo hemos empleado nuestro tiempo, nuestra pluma, nuestra voz, nuestro dinero, nuestra influencia? ¿Qué hemos hecho por Cristo en la persona de los pobres, los afligidos, los huérfanos o las viudas?
Dios nos hizo depositarios de su santa Palabra; ¿qué hemos hecho con la luz y la verdad que se nos confió para hacer a los hombres sabios para la salvación? No se da ningún valor a una mera profesión de fe en Cristo; sólo se tiene por genuino el amor que se muestra en obras. Con todo, el amor es lo único que a la vista del Cielo da valor a un acto cualquiera. Todo lo que se hace por amor, por insignificante que pueda parecer en opinión de los hombres, es aceptado y recompensado por Dios.
Estamos viviendo en el gran día de la expiación
Estamos viviendo ahora en el gran Día de la Expiación. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote hacia la expiación por Israel, todos debían afligir sus almas por medio del arrepentimiento de sus pecados y la humillación ante el Señor, si no querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados.
Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón. Hay que extirpar el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cristianos de profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos.
“Velad, pues… para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo”. Marcos 13:35, 36. Peligrosa es la condición de quienes, cansándose de velar, se vuelven a los atractivos del mundo. Mientras el hombre de negocios está absorto en el afán de lucro, mientras el amante de los placeres está buscando cómo complacerse, mientras la esclava de la moda está renovando su vestuario, puede ser que en ese momento el Juez de toda la Tierra pronuncie la sentencia: “Has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto”—Daniel 5:27
La obra de preparación es una obra individual.
No somos salvados en grupos. La pureza y devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios, sin embargo, Él examinará el caso de cada individuo con un escrutinio tan estricto y minucioso como si no hubiese otro ser en la Tierra. Cada uno tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante.
Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de expiación. Incalculables son los intereses involucrados en ella. El juicio se lleva ahora adelante en el Santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto -nadie sabe cuándo- les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deberán examinarse. En este tiempo más que en cualquier otro conviene que toda alma preste atención a la advertencia del Salvador: “Velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo”. “Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”—Marcos 13:33; Apocalipsis 3:3.
Cuando concluya la obra del juicio investigador, quedará decidida la suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia terminará poco antes que el Señor aparezca en las nubes del cielo. Al mirar hacia ese tiempo, Cristo declara en el Apocalipsis: “El que es injusto, sea injusto todavía; el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”—Apocalipsis 22:11, 12.
Hola, soy adventista pero en las iglesia que he visitado predican muy poco estos temas, me gustó esta página Dios les bendiga
Hola Daniel, nos alegra saber el beneficio que te ha brindado este espacio y ojalá te sea de mucha utilidad para lo que nos queda en este caminar. Avanza con ánimo. Maranatah!
Buenas noches
Me gustaría saber que religión profesan?
Muchas gracias.
Hola Ana, gracias por compartir tu pregunta! Nuestro ministerio está en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Lo que desees saber adicional estaremos atentos. Nuestro Señor te guarde!