Cuando Jesús pronunció el Sermón del Monte, sus discípulos estaban cerca de Él, y la multitud, llena de intensa curiosidad, también se acercaba cuanto podía. Esperaba algo fuera de lo común. Así también, las verdades allí expresadas nos han llegado a través de los siglos y han constituido una luz en medio de la generalizada oscuridad del error. Muchos han encontrado en ellas lo que su alma más necesitaba: un fundamento seguro de fe y práctica.
En las palabras pronunciadas por el más grande Maestro que el mundo ha conocido, no hay un despliegue de elocuencia humana. El lenguaje es claro, y los pensamientos y sentimientos están caracterizados por la mayor sencillez. Los pobres, los ignorantes y los simples pueden comprenderlos. El Señor del cielo estaba dirigiéndose, en su misericordia y bondad a las almas que había venido a salvar. Les enseñó con autoridad, hablándoles palabras de vida eterna.
El Sermón del Monte es una bendición del cielo para el mundo
Es una voz proveniente del trono de Dios. Se dio a la humanidad como ley que enunciara sus deberes y luz proveniente del cielo, para infundirle esperanza y consolación en el desaliento; gozo y estímulo en todas las vicisitudes de la vida. En él oímos al Príncipe de los predicadores, el Maestro supremo, pronunciar las palabras que su Padre le inspiró.
Las bienaventuranzas son el saludo de Cristo, no sólo para los que creen, sino también para toda la familia humana. Parece haber olvidado por un momento que está en el mundo, y no en el cielo, pues emplea el saludo familiar del mundo de la luz. Las bendiciones brotan de sus labios como el agua cristalina de un rico manantial de vida sellado durante mucho tiempo.
Cristo apartándose de los ambiciosos y favoritos del mundo, se dirige a quienes ellos desprecian, y llama bienaventurados a quienes reciben su luz y su vida. Abre sus brazos acogedores a los pobres de espíritu, a los mansos, a los humildes, a los acongojados, a los despreciados, a los perseguidos, y les dice: “Venid a mí y yo os haré descansar”.
Perfección y santidad
La santidad de corazón y la pureza de vida eran los grandes temas de las enseñanzas de Cristo. En su sermón del monte, después de especificar lo que se debe hacer a fin de ser benditos, y lo que no se debe hacer, dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
La perfección, la santidad, nada menos que eso, otorgará el éxito en la aplicación de los principios que les ha dado. Sin la santidad, el corazón humano es egoísta, pecaminoso y vicioso. La santidad hará que su poseedor sea fructífero y que abunde en buenas obras. Nunca se cansará del bien hacer, ni tratará de escalar posiciones en este mundo, sino que tratará de ser elevado por la Majestad del cielo cuando exalte a sus santificados en su trono . . . La santidad de corazón producirá actos rectos.
Cristo elevará y refinará la mente del hombre, purificándola de toda escoria, a fin de que pueda apreciar el amor incomparable.
El Sermón del Monte es una producción maravillosa
Las palabras de Cristo no contienen nada que no sea esencial. El Sermón del Monte es una producción maravillosa, sin embargo, es tan sencillo que hasta un niño puede estudiarlo sin dejar de comprenderlo. El monte de las bienaventuranzas es un símbolo de la elevación espiritual en la cual siempre se hallaba Cristo. Cada palabra que pronunciaba provenía de Dios, y hablaba con la autoridad del cielo. “Las palabras que yo os he hablado “-dijo-” son espíritu y son vida” (Juan 6: 63).
Su enseñanza está llena de verdad ennoblecedora y salvadora, con la cual no se pueden comparar las más altas ambiciones humanas y las más profundas investigaciones. Él comprendía la terrible ruina que amenazaba a la raza, y vino para salvar almas por su propia justicia, trayendo al mundo definida seguridad de esperanza y completo socorro.
En el Sermón del Monte Cristo dio una definición de la verdadera santificación. Él vivió una vida de santidad. Fue un ejemplo práctico de lo que sus seguidores han de ser. Debemos ser crucificados con Cristo, sepultados con Él, y luego vivificados por su Espíritu. Entonces seremos llenos de su vida.
Jesús ve el corazón humano
Como cristianos hemos prometido comprender y cumplir nuestras responsabilidades, y mostrar al mundo que tenemos una estrecha relación con Dios. Así, por medio de las palabras divinas y las obras de sus discípulos, Cristo debe ser representado.
A través de los tiempos, las palabras dichas por Jesús desde la cumbre del monte de las Bienaventuranzas conservarán su poder. Cada frase es una joya de verdad. Los principios enunciados en este discurso se aplican a todas las edades a todas las clases sociales. Con energía divina, Cristo expresó su fe y esperanza, al señalar como bienaventurados a un grupo tras otro por haber desarrollado un carácter justo. Al vivir la vida del Dador de toda existencia mediante la fe en Él, todos los hombres pueden alcanzar la norma establecida en sus palabras.
Cristo puede mirar la miseria del mundo sin una sombra de pesar por haber creado al hombre. Ve en el corazón humano más que el pecado y la miseria. En su sabiduría y amor infinitos, ve las posibilidades del hombre, las que puede alcanzar. Sabe que, aunque los seres humanos hayan abusado de sus misericordias y hayan destruido la dignidad que Dios les concediera, el Creador será glorificado con su redención.
Todos debieran copiar el Modelo tan exactamente como sea posible
Andamos en luz, como él está en luz— 1 S. Juan 1: 7. Aunque no pueden tener la conciencia de poder que Jesús tenía, pueden conectarse con la Fuente de poder modo que Jesús pueda habitar en ellos y ellos en Él, para que su espíritu y su poder sean revelados en ellos.
Hombres de la más alta educación en las artes y las ciencias han aprendido preciosas lecciones del sermón del monte y de los cristianos de vida humilde a quienes el mundo llama ignorantes. Pero estos oscuros discípulos han obtenido su educación en la más alta de todas las escuelas: Se han sentado a los pies de Aquel que habló como “jamás habló hombre alguno”.