“El Reino de Dios” y su sinónimo, “El Reino de los Cielos” es un tema central en el Nuevo Testamento. Un reino implica la existencia de un rey, y nuestro rey es Jesús. Él dijo que su reino no es de este mundo (Juan 18:36) y que su autoridad no proviene de la autoridad humana, sino de la autoridad de Dios (Lucas 22:29). Sin embargo, Cristo registra en Lucas 17:21 “porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Es decir, el reino ya está entre nosotros porque el rey ha venido. Este reino solo alcanzará la plenitud de su gloria con el reinado universal y visible de Jesucristo cuando Él retorne personalmente a la tierra.
El Reino de Dios y la parábola de los talentos
¿Por qué debemos relacionar y entender esta parábola con el Reino de los Cielos? Tenemos en Mateo 25:14 “Sucederá también con el reino de los cielos como con un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero”.
La parábola de los talentos no ha sido plenamente comprendida. Esta lección importante se dio a los discípulos para beneficio de los creyentes que viviesen en los últimos días. Y estos talentos no representan solamente la capacidad de predicar e instruir acerca de la Palabra de Dios. Son todos aquellos instrumentos que el Señor nos ha dado para servir a los demás: los recursos económicos, el habla, la fortaleza física, la influencia, etc.
La parábola se aplica a los recursos que Dios ha confiado a su pueblo. Aquellos a quienes se había entregado cinco y dos talentos, negociaron y duplicaron lo que se les confió. Dios quiere que aquellos que tienen posesiones en esta tierra, que de su dinero obtengan interés para él, que lo dediquen a la causa, para expandir la verdad. Y si la verdad vive en el corazón de aquel que la recibió, Él también ayudará con sus medios para comunicarla a otros; y mediante sus esfuerzos, su influencia y sus recursos, otras almas aceptarán la verdad y empezarán a trabajar por Dios.
¿Quién puede trabajar para para el Reino de Dios?
Nadie está exento de trabajar para Dios, sea física o económicamente y si de verdad se desea, Dios dará las herramientas para convertirse en un siervo fiel.
Algunos de los que profesan ser hijos de Dios, son como el hombre de la parábola que ocultó su talento en la tierra. Impiden que sus bienes beneficien a la causa de Dios. Aseguran que son suyos, que tienen derecho a hacer lo que les plazca con ellos, y no se salvan almas por medio de los esfuerzos que podrían hacer con el dinero de su Señor. Y lo que se les confió se les arrebatará. Se le despojará de su tesoro terrenal; lo habrán perdido todo.
¿La prosperidad es un talento?
El Señor ha enviado este mensaje a su pueblo: “Vended lo que poseéis, y dad limosna” “(Lucas 12: 33). Todo lo que poseemos pertenece al Señor, sin ninguna duda. Él nos invita a despertarnos, a compartir y cada cristiano debe llevar a cabo su parte como un mayordomo fiel. Los métodos de Dios son razonables y justos, y debemos negociar con nuestros centavos y pesos para entregarle nuestras ofrendas voluntarias a fin de sostener su obra, para llevar almas a Cristo. Sumas cuantiosas y pequeñas deben afluir a la tesorería del Señor.
¿El habla es un talento?
De todos los dones impartidos a los seres humanos ninguno debería apreciarse tanto como el habla. Debe utilizarse para proclamar la sabiduría y el maravilloso amor de Dios. Así es como se comunican las riquezas de su gracia y sabiduría.
¿La fuerza es un talento?
Debe emplearse para glorificar a Dios. Nuestros cuerpos le pertenecen. Podemos servir a Dios mejor con el vigor de la salud que con la carga de la enfermedad; por lo tanto, debemos colaborar con Dios en el cuidado de nuestros cuerpos. El amor a Dios es esencial para la vida y la salud. La fe en Dios es indispensable para la salud. A fin de poseer una salud perfecta, nuestros corazones deben estar llenos de amor, esperanza y gozo en el Señor.
¿La influencia es un talento?
La influencia de una vida santa se siente en el hogar y fuera de él. La benevolencia práctica y el sacrificio, cuando caracterizan la vida de un hombre, poseen una influencia para el bien sobre las personas con quienes éste se relaciona.
La transición del Reino de Dios
Estamos a las puertas de la segunda venida de Cristo, el reino de Dios en su transición a un reino glorioso. Mientras tanto, el plan de Dios contempla una diversidad en la distribución de talentos. Un hombre recibe un talento otro cinco y un tercero diez. Esos talentos no son distribuidos en forma caprichosa sino de acuerdo con la habilidad de quien lo recibe.
La fidelidad con que se ha usado la cantidad recibida es lo que gana la aprobación del Señor. Si queremos ser reconocidos como siervos buenos y fieles, debemos llevar a cabo una obra cabal y consagrada en favor del Maestro. El recompensará el servicio diligente y honrado. Si los hombres confían en él y reconocen su compasión y benevolencia y si andan humildemente delante de él, él colaborará con ellos. Multiplicará sus talentos.
Dios, en su ausencia, nos ha encargado de sus bienes. Cada mayordomo tiene su propia obra específica que debe hacer para promover el reino de Dios. A nadie se excusa. El Señor nos pide a todos: “Negociad entre tanto que vengo” (Lucas. 19: 13). De su propia sabiduría nos ha dado instrucciones para el empleo de sus dones. Los talentos del habla, la memoria, la influencia, las propiedades, deben amontonarse para la gloria de Dios y la promoción de su reino. El bendecirá el uso debido de esos dones…todos son talentos preciosos que deben emplearse en bien de la causa del Maestro para la salvación de las almas por quien Cristo murió.