Se acerca la hora definitiva para este planeta y cuando llegue nos faltará la provisión que hemos debido adquirir y no hicimos por estar confiados en nuestras propias fuerzas sin depender de Dios. Nuestro problema pasa por el poco orar y velar que ejercemos en nuestro diario vivir.
Debemos concentrar nuestra atención a las cosas que se refieren a nuestro bienestar eterno. No podemos dar a las cosas celestiales el segundo lugar. Jesús dice “También vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”, Mateo 24:44.
Velar y orar
Para prestar atención a lo eterno y estar preparados, deberíamos depender de Dios y “velar y orar” más. Nadie debe encontrarnos durmiendo en nuestro puesto para cuando Jesús regrese y nadie debe decir en su corazón o por medio de sus obras: “Mi Señor tarda en venir”. Estamos viviendo en las escenas finales de la historia de esta tierra. Las profecías se cumplen rápidamente y el tiempo de prueba está pasando velozmente. No tenemos tiempo que perder.
Mientras el Señor nos invita a mantenernos despiertos, vamos dirección contraria. Nuestro testimonio no es muy diferente al de los discípulos a los que el Señor les pidió que oraran y velaran:
Mateo 26:38-45 “Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo” … Luego volvió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil».
Cuando Jesús les pedido a sus discípulos que estuvieran despiertos y que oraran, que velasen con él, los halló dormidos. Él sabía que les sobrevendrían graves conflictos y tentaciones. Los había llevado consigo para que lo fortalecieran, y para que los acontecimientos que iban a presenciar esa noche les quedaran grabadas en su memoria. Esto era necesario para que su fe no desfalleciera, sino que fuese fortalecida para la prueba que les esperaba.
Depender de Dios
Pero en vez de velar con Cristo, se durmieron. Aun el ardiente Pedro, que pocas horas antes había declarado que sufriría y, si era necesario, moriría por su Señor, se había dormido. En el momento más crítico, cuando el Hijo de Dios necesitaba su simpatía y sus sentidas oraciones, los halló durmiendo. Al dormir así perdieron mucho. Nuestro Salvador quería fortalecerlos para la severa prueba a la cual muy pronto iba a ser sometida su fe. Si hubiesen pasado esos momentos tristes orando con su amado Salvador, Pedro no habría sido abandonado a su propia débil fuerza, que le indujo a negar a su Señor en el momento de prueba. Estos discípulos dormidos representan a una iglesia que duerme cuando se acerca el día del juicio de Dios. Estamos en un tiempo cuando es peligroso dormirse.
¿Será que dormimos como los discípulos?
¿Qué es dormirse? Es creer que tenemos más tiempo para vivir a nuestro antojo, creer que aún no viene Cristo, creer que no tenemos que depender de Dios, que la manera como yo oro o estudio la Biblia es suficiente, creer que los esfuerzos para llevar el mensaje de salvación a otros ya han sido dados y que nos tenemos más compromiso con Dios, creer que cuando vengan pruebas mayores en este mundo no podrán acabar nuestra fe.
Jesús nos ha dejado esta amonestación de velar. La tribulación no debe inducirnos al descuido, sino a duplicar la vigilancia. El Señor viene pronto, y debemos estar preparados para salir a su encuentro en paz. Resolvamos hacer todo lo que podamos para impartir luz a los que nos rodean. No debemos estar tristes, sino gozosos, y debemos tener al Señor Jesús siempre delante de nosotros. Debemos depender de Dios, estar listos y esperar su venida orando y velando como Él lo ordenó y no como a los discípulos a quiénes Él reprendió.
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